El asunto del correo decía: «Herencia Ciudad Jardín». Llegó a las 23:47 de un jueves. Al día siguiente, a primera hora, llamé a Carmen, la mayor de tres hermanos que habían heredado la casa familiar en Ciudad Jardín. «Roberto, no quiero que esto se nos haga bola», me dijo. Me citó el sábado. Nos sentamos en un comedor con suelo hidráulico y fotos en blanco y negro de cumpleaños y comuniones. Había una mezcla de prisa y duelo, de desapego y respeto. La casa era preciosa, pero los papeles no tanto: faltaban regularizaciones antiguas, uno de los hermanos vivía en Dublín, y nadie tenía claro qué impuestos tocaba y cuándo. Les propuse un plan con dos capas: la emocional (ritmo, comunicación y decisiones compartidas) y la documental (herencia, impuestos, licencias y venta). 58 días después, la casa estaba vendida por 1.060.000 €. Aquí cuento cómo lo hicimos, sin atajos y sin sustos.
Plan documental y de venta, sin atropellos
La propiedad: vivienda unifamiliar de 1936, 298 m² construidos sobre parcela de 420 m², esquina arbolada, garaje, jardín con jacarandas y salón con ventanales a una calle calma. Ciudad Jardín tiene ese aire de barrio-país, y esta casa lo expresaba todo: techos altos, carpintería original y una reforma sensata en 2004. Mercado objetivo: comprador residente con perfil alto o familia que vuelve a la isla, no inversor especulativo. Precio guía: trabajé comparables de los últimos 12 meses en la zona y, ajustando estado y parcela útil, me salió un rango de 1,05–1,15M €. Decidimos salir a 1,10M €.
Documentación: iniciamos aceptación de herencia. Coordiné con notaría inventario, valoración de bienes a efectos del Impuesto de Sucesiones y Donaciones (ISD), certificados de defunción y últimas voluntades. Uno de los hermanos, desde Dublín, otorgó poder notarial con apostilla. Al mismo tiempo, pedí nota simple y detecté una antigua declaración de obra no incorporada. Solución: certificado técnico y subsanación registral. Paralelamente, obtuvimos certificado energético, revisamos el IBI y solicitamos certificado de deuda 0 de la comunidad (aquí, inexistente por ser vivienda unifamiliar). Más vale una semana intensa al principio que un mes de angustia al final.
Impuestos y tiempos: calculé con ellos la plusvalía municipal (según el método que más les beneficiaba) y la posible ganancia patrimonial en IRPF. No doy asesoría fiscal, pero sí preparo el terreno: sin cifras, las decisiones pesan más. Decidimos vender primero y liquidar después, con calendario claro de plazos.
Marketing y posicionamiento: esta no era una casa para fotos apresuradas. Hicimos un reportaje a la altura (luz natural, detalles de molduras, jardín a primera hora), un plano detallado y un vídeo que contaba la casa sin gritar: 60 segundos de ritmo pausado. No usamos dron; aquí la historia estaba dentro. Preparé un dossier con fichas técnicas y sugerencias de redistribución para quien quisiera modernizar sin destrozar. La narrativa no fue «lujo» por decirlo, sino «paz, luz y jardín a pie de ciudad».
Experiencia real / Caso práctico
Semana 1: base documental encarrilada y casa lista para salir. Primer envío a mi red de compradores de alto perfil y a agencias colaboradoras. Tres solicitudes de visita privadas antes de publicar en portales. En cada visita, solo dos personas: comprador y, si lo había, arquitecto de confianza. Nada de multitudes ni de colas de sábado.
Semana 2: abrimos agenda a compradores cualificados. Seis visitas en total. Una pareja de médicos que venía de Arucas, una familia de regreso de Barcelona y un empresario local que buscaba segunda residencia representativa. Recogí feedback: todos valoraban el jardín y la calma, y dos planteaban modernizar cocina y baños sin tocar carpinterías. Ajusté el dossier con un coste estimado de actualización (95.000–120.000 €) desglosado por partidas.
Semana 3: recibimos dos ofertas. La primera, 1.050.000 € sujeta a una tasación bancaria por hipoteca del 40%. La segunda, 1.060.000 € con fondos propios, señal del 10% y firma en 45 días. Llamé a los tres hermanos por separado, y después hicimos una videollamada conjunta. Lo económico sumaba, pero también la serenidad del proceso. Elegimos la segunda. Pactamos retirada de algunos muebles y un calendario para vaciar con una empresa que entraba a los dos días de firmar arras.
Semana 4-6: mantuvimos el ritmo documental. Notaría alineada, certificados listos, poderes comprobados. El comprador trajo a su arquitecto para medir (una visita técnica de 90 minutos). Cerramos el día de firma con plusvalía calculada y cheques preparados. No improvisamos nada.
Firma: llegaron con tiempo. Carmen respiró hondo al ver el primer papel con su nombre correctamente reflejado. Al salir, me dio un abrazo y dijo: «Gracias por hacernos fácil algo que nos pesaba». No se trata solo de vender caro; se trata de vender bien, que es otra cosa.
Lecciones aprendidas
- Herencias: papeles primero, anuncios después. Evita atascos en notaría.
- Lujo no es brillo, es silencio, luz y coherencia. Cuenta la historia correcta.
- Menos visitas, mejor filtro: compradores cualificados y tiempos cuidados.
- Los números calman: costes de actualización estimados sin humo.
- Comunicación entre hermanos: un canal claro evita malentendidos y acelera decisiones.
Conclusión
Si estás ante una herencia en Las Palmas y te preocupa que el papeleo y las emociones se coman el proceso, hay manera de llevarlo con calma y eficacia. Lo he vivido más de una vez: cuando el plan es claro, la venta fluye y el recuerdo de la casa queda en paz. Si quieres, te explico cómo sería en tu caso. Sin prisa y con todo por escrito.